Anécdotas del mamagallista

Vivió Gabriel García Márquez diciendo que escribía para que sus amigos lo quisieran más. También vivió con impulsividad, ingenio y fiel a su Caribe, territorio donde el humor inteligente y el  realismo mágico pululan. Gabo fue un hombre irreverente, frentero y de carcajada. Fue un exponente del  ‘mamagallismo’, una extensión de humor,  gracejo, de tiempo feliz. Dicen otros que Gabo fue un “tomador de pelo” excepcional, pues sus apuntes al compartir los hacía no solo espontáneamente sino con puntillazos de sabiduría. Vivió un mundo de anécdotas, entre la mamadera de gallo y la seriedad.

El dedo medio
 
En varias ocasiones corrió el falso rumor sobre la muerte de Gabo. A mediados de mayo de 2012 la quimérica noticia fue difundida desde una cuenta falsa de Twitter del escritor italiano Umberto Eco, en donde se aseguraba que el suceso había sido confirmado por la familia de García Márquez y por el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Días después Gabo desmintió con una foto en primer plano que lo mostraba sonriente y con su dedo medio apuntando a la cámara. Ese gesto irreverente fue repetido en 2013, cuando reapareció en público en la inauguración de la sala de Bowling Royal Bol, centro de entretenimientos Garden Santa Fe, de Ciudad de México.
 
 
 
 
Miedo al Premio Nobel
Gabo creía que casi nadie sobrevivía siete años al Premio Nobel de Literatura. Por ejemplo, Sully-Prudhomme murió seis años después de recibirlo, Theodor Mommsen al cabo de un año, hasta Albert Camus falleció dos años después del reconocimiento. El colombiano recibió el galardón a los 55 años y tenía miedo de morir tras la entrega.
 
Con pancarta en mano
Cuando se iba a firmar, en 1977 en la sede de la OEA en Washington D.C., el Tratado Torrijos-Carter, con el cual Estados Unidos devolvió a Panamá el Canal, el general Omar Torrijos invitó a García Márquez para que fuera parte de la comitiva que le acompañaría a la histórica ceremonia. 
 
Al llegar a Washington fueron hospedados frente a la Casa Blanca, en la Mansión Blair. La misma tarde, un grupo de exiliados chilenos se presentó para invitar a García Márquez a protestar, en las aceras de la Casa Blanca, contra la presencia de Augusto Pinochet en la ceremonia de la firma del tratado.
 
Mientras todos los presidentes invitados y delegados departían en el interior de la mansión, Gabo daba vueltas frente a la Casa Blanca con una pancarta que decía: “¡Fuera Pinochet asesino!” Un miembro de la delegación de Panamá lo vio y se lo fue a contar a Torrijos. El comentario de este fue: “Y yo que me muero de envidia”. A la hora de trasladarse a la sede de la OEA, donde la ceremonia exigía traje formal, Gabo se presentó con su acostumbrada guayabera blanca. El jefe de protocolo de Panamá corrió a informar a Torrijos, quien se limitó a decir: “Déjenlo. Es el único que va vestido como panameño”.
 
 
 
En calzoncillos
La fotógrafa catalana Isabel Steva Hernández, conocida como Colita, retrató en calzoncillos a García Márquez en 1969, en Barcelona. Dos años después que la editorial sudamericana publicara ‘Cien años de soledad’. Sobre el porqué de la foto, se debe a una de las tantas visitas de la fotógrafa a la casa de Gabo y que tomó de forma in fraganti, pues la catalana para ese momento no era consciente de cuán famoso sería el escritor colombiano y dos años después lo retrataría con su libro sobre la cabeza.
 
Rosa Regás –ex directora de la Biblioteca Nacional y editora, contó que se podía ir a casa de Gabo, en Barcelona, y encontrarlo vestido con su mono (overol), dispuesto a conversar. Confesó que prefería ver a García Márquez así, antes que verlo vestido sentado a la sombra de Raúl Castro sin inmutarse.
 
Cuando se hizo hincha de fútbol
El Nobel escribió el cuento, “El Juramento” en el cual reveló cómo se volvió un hincha apasionado por el Junior, en un partido que le ganó 2-1 a Millonarios el 14 de junio de 1950, en Barranquilla. 
 
“Y entonces resolví asistir al estadio. Como era un encuentro más sonado que todos los anteriores, tuve que irme temprano. Confieso que nunca en mi vida he llegado tan temprano a ninguna parte y que de ninguna tampoco he salido tan agotado. Alfonso y Germán no tomaron nunca la iniciativa de convertirme a esa religión dominical del fútbol, con todo y que ellos debieron sospechar que alguna vez me iba a convertir en ese energúmeno, limpio de cualquier barniz que pueda ser considerado como el último rastro de civilización, que fui ayer en las graderías del Municipal. El primer instante de lucidez en que caí en la cuenta de que estaba convertido en un hincha intempestivo fue cuando advertí que durante toda mi vida había tenido algo de que muchas veces me había ufanado y que ayer me estorbaba de una manera inaceptable: el sentido del ridículo…”.
 
 
Barriga de trapo
En 1996, cuando apenas amainaba el escándalo de Liliana Cáceres, la mujer que engañó a todos con su  barriga de trapo, Gabriel García Márquez visitó Barranquilla. Se había enterado del caso y solo atinó a alabar la imaginación de la muchacha, la cual, según él, no era ni comparable con la suya. Una vez en la ciudad, el escritor pidió que lo llevaran ante Liliana para que le explicara cómo combinó la actuación con la imaginación durante tanto tiempo. Después de su conversación a solas, los periodistas le preguntaron a la joven si estaba contenta por el honor y si había contado al escritor su historia con detalles. Esto porque él le habló de su interés por reproducir la historia con uno de sus personajes en una futura novela.
 
Siempre despreocupada, Liliana respondió: “Sí, me cayó muy bien. Pero, ¡claro que no le conté todo! De todos modos... ¿quién se habría hecho rico con la historia?”.
 
En una lista de muerte
El novelista siempre imaginó que moriría a manos de un marido celoso. No obstante, en 1982, el grupo clandestino MAS dio a conocer una lista de personajes a los que iba a asesinar, entre los que se encontraba la periodista María Jimena Duzán, el presidente de la Comisión de Derechos Humanos Alberto López Michelsen, y el propio Nobel colombiano. En su momento, GGM dijo que “no tengo ningún arma de defensa distinta de la máquina de escribir, y a estas alturas no estoy dispuesto a cambiar de vida solo por vivir unos años más de sobra”.
 
 
Mercedes también
Mercedes Barcha, la esposa de GGM, también tiene sus apuntes graciosos. Se dice que después de que empeñaron varios electrodomésticos fueron a la oficina de correos, en México, para pagar el envío a Buenos Aires del manuscrito terminado de ‘Cien años de soledad’. Al salir de la oficina, Mercedes se detuvo, se volvió a su esposo y le dijo “Oye, Gabo, ahora lo único que falta es que esa novela sea mala”.
 
Un Octavio Paz
El periodista y economista Ricardo Ávila narró en la entrega de los Premios Gabriel García Márquez, 2013, la vez que un vendedor de lotería vio al Nobel en México y le pidió que le comprara uno de sus billetes porque sabía que era famoso. Gabo, contó Ávila, le preguntó al señor quién era él y este le respondió “Usted es como un Octavio Paz (escritor y poeta mexicano), pero más famoso”.
 
 
La trompada de Vargas Llosa
El libro ‘De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo’, de Luis Fernández Zaurín, narra diversas anécdotas y datos curiosos de la vida de distintos personajes de la literatura. Precisamente su título trata sobre el puñetazo que puso punto final a una de las amistades más entrañables de la historia de la literatura. Mario Vargas Llosa le propinó una trompada a Gabriel García Márquez en 1976 en México, cuando se encontraron después de la proyección del filme ‘La odisea de los Andes’.
 
“Vargas Llosa había abandonado a su familia para perseguir a una modelo norteamericana, y Gabo, tratando de consolar a su mujer Patricia le aconsejó pedir el divorcio y tomar acciones legales por abandono del hogar”, señala el texto de la obra.
 
Con pancarta en mano
Cuando se iba a firmar, en 1977 en la sede de la OEA en Washington D.C., el Tratado Torrijos-Carter, con el cual Estados Unidos devolvió a Panamá el Canal, el general Omar Torrijos invitó a García Márquez para que fuera parte de la comitiva que le acompañaría a la histórica ceremonia. 
 
Al llegar a Washington fueron hospedados frente a la Casa Blanca, en la Mansión Blair. La misma tarde, un grupo de exiliados chilenos se presentó para invitar a García Márquez a protestar, en las aceras de la Casa Blanca, contra la presencia de Augusto Pinochet en la ceremonia de la firma del tratado.
 
Mientras todos los presidentes invitados y delegados departían en el interior de la mansión, Gabo daba vueltas frente a la Casa Blanca con una pancarta que decía: “¡Fuera Pinochet asesino!” Un miembro de la delegación de Panamá lo vio y se lo fue a contar a Torrijos. El comentario de este fue: “Y yo que me muero de envidia”. A la hora de trasladarse a la sede de la OEA, donde la ceremonia exigía traje formal, Gabo se presentó con su acostumbrada guayabera blanca. El jefe de protocolo de Panamá corrió a informar a Torrijos, quien se limitó a decir: “Déjenlo. Es el único que va vestido como panameño”.