Cien años de soledad: muchos años después frente al pelotón de fusilamiento...

A más de 30 idiomas se estima que ha sido traducida la obra cumbre de Gabriel García Márquez.

Más que una novela, un clásico. Cien años de soledad es una obra maestra de la literatura universal que convirtió al novelista de Aracataca en el padre del realismo mágico desde su publicación, el 30 de mayo de 1967.

El mérito de García Márquez —dar vida a siete generaciones de la familia Buendía-Iguarán— paseándose por los recuerdos de sus primeros años de existencia, mitificando cada espacio de su hogar hasta trascender a aquel pueblo del Magdalena y convertirlo en las entrañas de Macondo, un mundo paralelo, un espejo de la realidad latinoamericana.

“Quería darle una salida literaria, integral, a todas las experiencias que de algún modo me hubieran afectado durante la infancia (…) dejar una constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrió en una casa muy grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la realidad y la demencia (…)”, explicó el escritor en 1982.

Creación en largos días de soledad. Carlos Fuentes, su amigo y par en el oficio literario, registró el sentir de Gabo mientras escribía la historia de Macondo.

“Yo sabía que él dejó sus empleos, le pidió a Mercedes que llenara el refrigerador, echó candado a su casa y se sentó a escribir un proyecto que le tomó madurar 17 años y redactar 14 meses”, cuenta el mexicano para la edición conmemorativa de Cien años de soledad.

Fue en 1966 cuando Gabriel le envió una carta a Carlos, que escribió en los momentos de la redacción de la obra.

“Jamás he trabajado en soledad comparable, sufro como un condenado poniendo a raya la retórica, buscando tanto las leyes como los límites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleándome con las palabras. A veces, me asalta el pánico de no haber dicho nada a lo largo de 500 páginas; a veces quisiera seguir escribiendo el libro el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta…”, expresó el Nobel en aquella ocasión.

Esta fue la primera portada de la novela.

El furor de la publicación. El poeta colombiano Juan Gustavo Cobo recuerda aquella época a fines de otoño del 67, “cuando los kiosqueros de Buenos Aires se convirtieron en agudos críticos literarios: recomendaban una novela publicada por la Editorial Sudamericana llamada Cien años de soledad, que en 350 páginas de texto desplegaba un universo caribe”.

Cobo Borda describe esa primera portada que según él nunca más se repetiría, “era la silueta de un galeón flotando entre árboles y el azul del fondo contrastaba con tres figuras geométricas de amarillo-oro sembradas en el borde inferior”. Luego, recuerda el crítico literario, “los jóvenes redactores de la revista Primera Plana, dirigida por Tomás Eloy Martínez, tuvieron el olfato para desplazar a uno de los suyos a México, donde vivía el escritor, y poner la foto de un contrabandista turco en la portada: Gabo”.

Afirma que el hijo de Aracataca se consagró en Buenos Aires. “El crítico uruguayo Ángel Rama analizó el fenómeno y mostró cómo la edición inicial de ocho mil ejemplares se estabilizó luego en reediciones anuales de cien mil”, explica.

Hoy, año 2014, es decir, 47 años más tarde, se estima que se han vendido más de 30 millones de ejemplares.

Y pensar que antes de la publicación de Cien años de soledad pesaban sobre este manuscrito “los estigmas de dos rechazos fulminantes”, como cuenta Tomás Eloy Martínez, “el de la casa de Seix Barral que la juzgaba de invendible, y el de Guillermo de Torre, argentino de la Generación del 27, quien había insinuado al autor, en una carta cortés, que aligerara la ‘innecesaria poesía’ del texto”.

La crítica colombiana. Al salir a la luz pública, críticos de la literatura colombiana se hicieron sentir con sus cuestionamientos a la que sería, 15 años más tarde, la obra maestra, la responsable del único Nobel que ha recibido Colombia hasta la fecha. El investigador literario Roberto Montes Mathieu, de Sincelejo, en su artículo Cien años de soledad y la crítica colombiana, publicado en 1987 en Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo, expuso algunas apreciaciones que otros hicieron de manera poco halagadora.

El texto cita al periodista Fernando Garavito, que en 1969 escribió cómo Gabriel García Márquez “levanta un monumento de ladrillo prensado, alto como Babel pero con un defecto: que en su apresuramiento olvidó utilizar el cemento y la mezcla, lo que pone en peligro a todo el edificio. Tiene bella fachada pero en cualquier momento puede venirse al suelo”.

Montes cuestiona al escritor Fernando Soto Aparicio por haber pretendido “reducir el prestigio de la novela a la publicidad” en 1971, y continúa con “otra nota risible” en la que el exdirector de la Biblioteca Nacional Agustín Rodríguez Garavito señaló: “tampoco estimamos nosotros que sea una novela genial. Desgraciadamente los escritores colombianos, entre los cuales se cuentan algunos ‘idiotas útiles’, van prodigando adjetivos con esa hidropesía tropical que ha sido la causa de muchos frustramientos en el campo de las letras”.

Luego, Montes Mathieu menciona al escritor y poeta Gonzalo Arango y su “artículo lleno de amargura contra los escritores latinoamericanos” en el que dice que a Gabriel García Márquez “le pagan $80 por su novela, lo que para un obrero colombiano equivale a cinco días de salario, a cinco días de hambre, sacrificio que el autor no estará dispuesto a exigir a un obrero por Cien años de soledad”.

“El Quijote de nuestro tiempo”: Pablo Neruda. Sobre las críticas, un Nobel se impuso y dio fe del hito que marcó Cien años de soledad en la historia de la narrativa latinoamericana, junto a obras de Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y otros escritores que se alzaron en la década de los 60.

El académico mexicano Gonzalo Celorio argumenta cómo el novelista caribeño hizo parte de un nuevo movimiento, forjó ese “extraordinario florecimiento de la narrativa de nuestro continente, que fue bautizado con el explosivo nombre de Boom latinoamericano”.
“Con García Márquez, la literatura latinoamericana cumple una función que no había desarrollado cabalmente a lo largo de su historia, la función épica, que subyace en la novela moderna”, explica Celorio, exaltando a Gabo como un “ejemplo palmario de esta transformación de nuestra novelística”.

 

En palabras de Vargas Llosa, es una “novela total”. Y no es para menos. Tal como escribió Juan Gustavo Cobo, “en García Márquez culmina toda una tradición literaria latinoamericana. Desde los tiempos más lejanos, en las tradiciones del indio, del negro y del español que formaron lo que hoy son los pueblos de la región, lo sobrenatural y natural convivieron como dos buenos vecinos”.

En opinión generalizada de críticos literarios, este es un espejo de la mágica mentalidad del hombre latino, pero más allá de esto, es un ensayo en el que Gabo pudo expresar su imaginario de soledad, que él mismo refrendó en 1982 cuando expresó: “en el libro advierte que el Aureliano con cola de cerdo era el único de los Buendía que en un siglo había sido concebido con amor. Los Buendía no eran capaces de amar, y ahí está el secreto de su soledad, de su frustración. La soledad, para mí, es lo contrario de la solidaridad”.

Reconocimientos

Una de las obras más importantes de la lengua castellana, según el IV Congreso Internacional de la Lengua Española.

Entre las 100 mejores novelas en español del siglo XX, del periódico español ‘El Mundo’.

Entre los 100 mejores libros del s. XX, según el diario francés ‘Le Monde’.

Premio Rómulo Gallegos, en Venezuela, 1972.

Mejor libro extranjero en Francia, en 1969.

Las primeras pruebas galeras de la obra, con correcciones manuscritas de García Márquez, fueron declaradas como Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional, el 19 de julio de 2001.

Fuentes: Gabo del alma, exposición homenaje.
*Homenaje a Gabriel García Márquez, “…Para que mis amigos me quieran más…”, Juan Gustavo Cobo Borda.
*Cien años de soledad, edición conmemorativa de la Real Academia Española.
*Cien años de soledad y la crítica colombiana, Roberto Montes Mathieu.

Por Inguel J. De La Rosa Vence